El 15 de mayo se cumplieron 77 años de la Nakba, como se conoce la profundización de la colonización sionista en territorio palestino. Compartimos algunas reflexiones sobre sus consecuencias, especialmente en mujeres y niñeces.
¿Cómo se escribe sobre un genocidio? ¿Qué palabras pueden describir la ausencia, el dolor, la destrucción, y al mismo tiempo la resistencia y la fuerza de un pueblo que ha hecho de su identidad, su cultura, su libertad, un dato central de su existencia?
La Nakba (catástrofe) fue un proceso de despoblamiento y desplazamiento forzado de alrededor de 800.000 palestinos y palestinas, de más de 15.000 muertos, de destrucción de más de 500 aldeas palestinas, expulsando a sus habitantes, y sustituyéndolos por colonos de origen judío. Desde octubre de 2023 este proceso se profundizó, volviéndose el genocidio un acto brutal y cotidiano en el que las mujeres y niñeces están en el centro de la agresión.
¿Qué palabras nombran lo humanamente innombrable? ¿Cómo traducir la muerte masiva que miramos en directo, a un lenguaje comprensible, cuando una gran parte de las víctimas de los crímenes, son mujeres, niñas, niños?
De niña leí con dolor El diario de Ana Frank. ¿Qué diarios escribirán hoy las niñas de Gaza, si tienen posibilidades de hacerlo, muriendo de soledad, de mutilaciones, de hambre?
No sé si es posible escribir, pero sé que es imposible callar. Comparto estos relatos incompletos y angustiantes, con el riesgo de quedar atrapada como tantos compañeros y compañeras, por la maquinaria sionista que estigmatiza, persigue, criminaliza, a quienes hablan la verdad, tildando la crítica al sionismo como antisemitismo. Ser judío no implica ser sionista, y ser antisionista no es ser antisemita, pero sí implica condenar con claridad y sin tapujos los crímenes deliberados del estado de Israel, con el apoyo de EEUU, Europa, las potencias mundiales, y con el silencio de países de América Latina, países árabes, africanos –con algunas pocas y honrosas excepciones-. Significa también pronunciarse sin temor por el desprocesamiento de los compañeros/as judicializados/as por reclamar la libertad del pueblo palestino.
Un aumento del 300 % en los abortos espontáneos en medio del conflicto, y las complicaciones del embarazo, que normalmente son controlables, se convierten en una amenaza para la vida.

Algunos números, sin embargo
Desde octubre de 2023, se profundizó el genocidio en Gaza, un crimen de lesa humanidad. A pesar de la dificultad de precisar cifras, debido a que muchas personas quedaron atrapadas en los escombros de las viviendas bombardeadas, o porque no se puede establecer con claridad los alcances de los desplazamientos, según cifras de la OMS (Organización Mundial de la Salud) hay reconocidos: 52.908 palestinos/as asesinados/as. De ellos alrededor de 16.000 son niños/as, 8.304 son mujeres, 3.839 ancianos/as, y 22.625 hombres. De los niños muertos/as, 825 eran menores de un año. 39.800 niños en la Franja de Gaza han perdido a uno o a ambos padres. Alrededor de 17.000 quedaron huérfanos/as. Hay 119.721 palestinos/as heridos/as, de los cuales la mayoría son mujeres y niños/as.
Según el Ministerio de Salud de Gaza, 71.000 niños/as menores de 5 años sufren desnutrición aguda. De ellos 17.000 se encuentran en grave riesgo, y unas 16.000 mujeres embarazadas y lactantes necesitan atención médica urgente por la misma razón. Medio millón de personas en Gaza viven bajo condiciones extremas de hambre, enfermedades y muerte. Los informes indican un aumento del 300 % en los abortos espontáneos en medio del conflicto, y las complicaciones del embarazo, que normalmente son controlables, se convierten en una amenaza para la vida.
Consecuencias en la subjetividad
La agresión a Palestina implica el arrasamiento permanente y persistente de la subjetividad, por la destrucción de las familias, por los traumas que genera en las niñeces vivir en estado permanente de terror, por lo que significa para las madres la muerte de sus hijos/as y familares. Niñas y niños huérfanos, aterrorizados por una guerra ilógica y cruel. Mujeres que tienen que seguir en su rol de cuidadoras, a pesar de la devastación de su salud física y mental.
¿Quién podrá discutir con las y los jóvenes palestinos, los métodos de lucha, de defensa y autodefensa, el carácter de los proyectos políticos de emancipación, despues de haberse educado en el horror provocado en sus propios ojos por los militares sionistas?

Angela Davis, con su claridad en la lucha antirracista y socialista, sostuvo recientemente: “Palestina es realmente el centro del mundo. Nos encontramos en un momento difícil, un momento de duelo, de estar siendo testigos del apartheid y del genocidio desarrollándose de una manera que jamás habíamos imaginado.” Y agrega: “Palestina no va a rendirse jamás… Incluso en las peores condiciones materiales posibles, con las bombas israelíes destruyendo prácticamente la totalidad de Gaza, vemos a un pueblo que se niega a rendirse, que no abandona su cultura, su historia, su capacidad de expresar solidaridad con otros pueblos. Ser antirracista, implica hoy abrazar la causa palestina como propia.”
Análisis histórico
Carolina Bracco, Doctora en Culturas Árabe y Hebrea, especialista en Género y Feminismos, analiza el ensañamiento específico con mujeres y niñeces: “Las mujeres, en su capacidad de dar vida, y las infancias palestinas, han sido desde el comienzo un objetivo del Estado colonial israelí. Como ejemplo pueden citarse las declaraciones de la ex primer ministra israelí Golda Meir entre 1969 y 1974, tales como “Podemos perdonar a los árabes por matar a nuestros niños, pero no podemos perdonarlos por forzarnos a matar a los suyos”, o su temor a irse a dormir por las noches, pensando cuántos niños árabes nacerían, hasta los cánticos de los manifestantes israelíes en 2014 que anunciaban “mañana no hay clases en Gaza porque ya no quedarán niños (con vida)”.
«Todos los gobiernos de Israel, sin importar su orientación ideológica, han desarrollado políticas para crear, dirigir, gobernar, transformar y construir a niños y niñas colonizadas como “otros” peligrosos y racializados, lo que permite su expulsión del ámbito de la propia infancia. Penetran los espacios íntimos cotidianos de los niños y, simultáneamente, sus cuerpos y vidas, habilitando una compleja maquinaria de violencia contra las infancias palestinas: encarcelamiento, heridas, pérdida, trauma y ocupación militarizada.

La deshumanización de la población palestina, relacionada con el argumento de una naturaleza inferior y el estatus supuestamente degradado de sus mujeres como barómetro de civilización, no es un fenómeno nuevo. Se trata de un recurso que se utilizó desde los inicios del proyecto colonial sionista para arrebatar a Palestina su población originaria, y convertirla en un enclave occidental en una región ya deshumanizada y diezmada por el imperialismo europeo. Allí, la dimensión de género ha estado en el centro de esta narrativa, tanto en la construcción de la población palestina como esencialmente misógina y retrógrada -y con cierta “naturaleza terrorista”-, como en el uso sistemático del abuso sexual como forma de humillación y sometimiento por parte de las fuerzas sionistas desde el inicio de la colonización.»
En febrero de este año, tres relatoras especiales de la ONU, Reem Alsalem, Francesca Albanese y Dorothy Estrada-Tanck, manifestaron su alarma por las denuncias de violaciones de los derechos humanos contra mujeres y niñas palestinas en la Franja de Gaza y Cisjordania desde octubre: ejecuciones (a menudo junto con sus familias) cuando huían o buscaban refugio; desapariciones de menores y mujeres tras entrar en contacto con soldados israelíes; detención arbitraria de cientos de mujeres y niñas, entre ellas defensoras de derechos humanos, periodistas y trabajadoras humanitarias; tratos inhumanos y degradantes: denegación de comida, agua, medicinas y productos menstruales, golpes y amenazas. Denunciaron que mujeres y niñas palestinas detenidas han sido objeto de múltiples formas de agresión sexual, como ser desnudadas y registradas por hombres del Ejército israelí.
Humanizar nuestras prácticas y nuestras reflexiones
Conocer no puede ser un acto de acumulación de saberes, sino un disparador de nuevas prácticas. Hoy, en tiempos en que las derechas en el mundo pisan fuerte, se requiere con urgencia humanizar nuestras experiencias, nuestras reflexiones, tejiendo solidaridades y redes que hablen sin miedo. Exigir a los gobiernos, a todos, que cesen en su apoyo deliberado al estado genocida. En nuestro caso, el gobierno de Javier Milei estrenó sus giras internacionales llorando en el Muro de los Lamentos.
Las feministas abrazamos a las mujeres, a las niñas y niños, a las comunidades que en Palestina dan nuevas lecciones de resistencia, sin subordinarse al orden mundial del miedo. “Palestina vencerá”. No se trata de una consigna. Se trata de un proyecto de humanización del mundo.
Fuente: Página 12
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